La actitud de un maestro en el aula. Convencido de que el aprendizaje de la democracia puede implicar ciertos riesgos, la película es ante todo la crónica de la vida en una clase: una comunidad de 25 personas que no han elegido estar juntas, pero que deberán trabajar entre cuatro paredes durante un año escolar. François Bégaudeau es un joven profesor de lengua francesa en un Instituto difícil. Sus alumnos tienen entre 14 y 15 años y no duda en enfrentarse a Esmeralda, a Souleymane, a Khoumba y a los demás en estimulantes batallas verbales, como si la lengua estuviera en juego. «Quería hacer justicia a todo el trabajo que se desarrolla en las escuelas. En una clase, la inteligencia siempre está en juego, incluso en los malentendidos y en los enfrentamientos. Queríamos mostrarlo cada vez que rodábamos una escena. En los intercambios entre alumnos, entre profesores, entre profesores y alumnos se hacen preguntas, se entienden, se intercambian ideas. Apostar por la inteligencia corresponde al modo particular y poco ortodoxo en que François ejerce su profesión. La película no intenta proteger a unos y atacar a otros. Todos pueden ser débiles y brillantes, con momentos de gracia y de mezquindad. Cada uno puede tener momentos de clarividencia o de ceguera, de comprensión o de injusticia. Pero me parece que esta película comunica un mensaje positivo porque reconoce que el colegio es a menudo caótico. Se viven momentos de desaliento, pero también momentos de gran felicidad. Y de entre este gran caos surge bastante inteligencia. Pocos profesores se arriesgan tanto como François ante los alumnos. No se arriesgan a equivocarse, a fracasar. Es más fácil transmitir el saber mediante una clase magistral que intentar hacerles partícipes a todos sin que se den cuenta. Para eso hace falta mucha sangre fría. Algunos se lo reprochan y otros le envidian. Este hombre tiene algo de Sócrates». Opiniones del director de la película Laurent Cantet sobre la actitud en el aula. |
La clase. la película
La clase. Entre les murs
2008. Francia. 128 min.
Dirección: Laurent Cantet
Guión: Laurent Cantet, Robin Campillo, François Bégaudeau
Reparto: François Bégaudeau, Franck Keïta, Rachel Régulier, Vincent Caire
Sinopsis: Inspirada en la novela «Entre les murs», de François Bégaudeau (protagonista del filme), describe el desarrollo de un año escolar en un aula donde adolescentes de un barrio conflictivo de París conviven diariamente con sus profesores, quienes luchan por mantener el entusiasmo por educar. La inmigración, la falta de sentimiento de pertenencia a un país y los problemas del sistema educativo, se mezclan con un proceso de aprendizaje de la democracia a pequeña escala, un microcosmos donde el personaje de François pasa de la complicidad con sus alumnos a la impotencia en cuestión de minutos. Aunque se cine a las experiencias delprofesor François Bégaudeau como docente, se le ha añadido una historia ficticia sobre una agresión protagonizada por un alumno y el consiguiente proceso disciplinario de que fue objeto, que confiere cierto suspense a la trama.
Premios: Palma de Oro en la última edición del Festival de Cannes
Laurent Cantet. El director
Director y director de fotografía francés (1961).
Hijo de profesores de Instituto, obtuvo una maestría en audiovisual en Marsella, e integró en 1984 L'IDHEC, en donde hizo amistad con los más prestigiosos cineastas galos. Hizo allí su primer cortometraje, L’Etendu(1987) y se diplomó en 1986 con el film Chercheurs d'or. Tras ello realizó varios cortometrajes en los que ya aparecen sus temas predilectos, la lucha de clases Tous a la manif (Prix Jean-Vigo 1995) y los conflictos familiares Jeux de plage. En 1998 dirigió La isla sanguinaires, Les sanguinaires, en 1999 realizó Recursos humanos,Ressources humaines, en la que se examinan las relaciones padre e hijo en una empresa y los problemas sociales de la misma. Los problemas laborales fueron tratados en su film El empleo del tiempo, L’emploi du temps, premiado en Venecia en 2001. En Hacia el sur, Vers le sud, (2005) revisa la miseria social de unos y la sexual de otros. Su obra, Entre les murs, 2008, es sobre el medio escolar.
François Bégaudeau. Autor de la novela y protagonista del film
De padres profesores, pasó toda su infancia en Nantes. Muy aficionado al ftublo, que jugó, y se refleja en su obra, en su periodismo y en sus actuaciones. Durante sus estudios universitarios en letras modernas, integra el grupo punk rock Zabriskie Point, en el que es vocalista.
Entre su vida activa como profesor de francés dedica su tiempo a la escritura, publica varias novelas y ejerce la crítica cinematográfica en Cahiers du Cinéma.
En 2006, por su tercera novela, Entre les murs, es premiado con el Prix France Culture/Télérama et el reconocimiento tanto de la crítica como de los lectores.
«No debemos olvidar que tanto en una película como en un libro está el efecto artístico. En otras palabras, aunque se intente reproducir la realidad e incluso su monotonía, una película y un libro se componen de excepciones. Muchos lectores del libro me han dicho: “Pues sí que pasan cosas en las aulas”. Pero no ven que solo he contado los mejores momentos porque era necesario para el libro. Si todos se callan, no hay escena. La clase de las ocho de la mañana, donde todos los alumnos están dormidos, no da nada para contar». (Comentario de François Bégaudeau).
Docu-ficción o realidad. Comentarios sobre la película.
Casi todos los conflictos de la sociedad actual tienen su reflejo en un aula de instituto. Así lo entendió el cineasta francés Laurent Cantet, que se propuso explorar las tensiones de la sociedad multiétnica en la que vive a través de los adolescentes de un instituto. Unos chicos y chicas en torno a los 14 años, alumnos de un liceo multirracial de un popular y conflictivo barrio de París, a los que convirtió en actores. Cantet la rodó tras un año de preparativos y ensayos con los muchachos de origen magrebí, subsahariano, chino y francés de clase obrera. Trabajaron en un taller de arte dramático junto a sus profesores y padres. El resultado es una enternecedora película con alma y armazón de documental que proporcionó a Cantet la Palma de Oro en el último festival de Cannes. (de El mundo en el aula, reportaje del 12.01.09 de El Norte de Castilla, de Miguel Lorenci.
Muchos han visto la película como un documental sobre la vida real. El empeño de Cantet y su equipo en reproducir la realidad de un año escolar, en un aula del instituto Françoise Dolto de la (multicultural) periferia parisina, ha convencido a muchos de que lo que veían no podía ser otra cosa que lo que había pasado de verdad entre esas mismas cuatro paredes. Que los chicos de la clase fueran alumnos de ese mismo instituto, que François Bégaudeau, el profesor protagonista, fuera en la realidad también profesor de un instituto similar y autor del libro en el que está basada la película y el tono franco, directo y documental de la cinta, han contribuido al espejismo. (de un reportaje de Sara Brito en Público, del 12.01.2009)
«Entiendo que al principio el filme se tomara como un documental, queríamos que fuera así. Pero llegado un punto, la película empieza a subrayar a ciertos personajes y a tomar una narrativa distinta a la de un documental», argumenta el director.
Más allá de la anécdota, la confusión apunta a uno de los cauces por los que anda el cine contemporáneo y que la selección del festival de Cannes se encargó de subrayar: allá donde las fronteras entre documental y ficción están cada vez menos definidas y donde el cine está empeñado en acercarse a la realidad. «Es una tendencia fuerte en el cine de hoy y creo que es una respuesta a un mundo cada vez más complejo. Quizás el cine está haciendo suyas las preguntas que plantea el mundo y trata a cambio, si no de dar respuestas, sí de aportar herramientas para el debate», dice Cantet.
El instituto Françoise Dolto en el distrito XX de París es el mundo. Y el aula de lengua francesa del profesor Françóis Bégaudeau radiografía de una democracia imperfecta la constatación de que el lenguaje es el principio de toda identidad. «La mejor herramienta para encontrar tu lugar en el mundo es la lengua», admite Cantet, «y lo interesante de François es que no ejerce de censor». La clase es una estimulante batalla campal de la palabra.
El instituto es para Cantet «el lugar en el que uno empieza a descubrirse, a pensar en el sitio que va a ocupar en el mundo. Y también es el último lugar donde está la mezcla social y étnica en la sociedad. A partir de ahí habrá una primera selección brutal, donde muchos van a desaparecer».
Ese inicio de la criba entre los admitidos y los desterrados del sistema es uno de los grandes temas de La clase. Es el caso de Sulemayne, el joven de origen africano, que acaba siendo ejemplo de «la exclusión total, de aquel que no tiene cabida alguna en el sistema», explica el director.
También es el caso de la joven que aparece en la parte final del largometraje, Enriette, «alguien que no entiende qué hace, que no entiende en qué consisten las reglas del juego». Pero como en el resto de la filmografía de Cantet de profundas raíces sociales esta es una película sin culpables ni héroes absolutos.
«Cuando creo un personaje siempre intento reflejar la complejidad. En la vida nadie es totalmente heroico constantemente. Puedes serlo durante 10 minutos, pero luego dejas de serlo. Y eso es lo que intento reflejar en la película, tanto en los chicos como en los profesores. Cuando piensas en François: seis horas diarias, con 25 alumnos que lo bombardean a preguntas y además van a por él... hay momentos con altibajos, de errores y contradicciones», nos lo podemos imaginar.
Cantet comenzó a pensar en esta película poco después de concluido el rodaje de Hacia el Sur, época en la que François Bégaudeau, profesor de profesión, presentaba su novela «Entre les murs». El director decía al respecto que «por una vez, un profesor no escribía para saldar cuentas con adolescentes, presentados como auténticos salvajes o verdaderos tarados. Leí el libro y tuve la sensación de que aportaba dos cosas a mi proyecto inicial: en primer lugar, una especie de marco documental del que carecía, y que tenía la intención de suplir pasando unas semanas en un instituto; en segundo lugar, el personaje de François y la relación con sus alumnos. Condensó y encarnó las diferentes facetas de los profesores que yo había imaginado».
Cantet nos pone frente a un personaje idealista, que no claudica, pero que cae en la cuenta de las limitaciones de su idealismo. «Todos mis personajes son unos idealistas que sueñan con la utopía. Pero también es cierto que se topan con mi pesimismo, que piensa que el sistema es siempre más fuerte que el individuo», admite el director. Aún así no desespera: «Justamente lo que quiero enseñar es que hay que seguir negociando con la realidad para alcanzar, si no la utopía, sí la mayor justicia posible».
Atención a la diversidad en un aula multiétnica: educación intercultural
Por Francisco Oñate Marín
4 noviembre 2008
En el siglo XXI, España ha dejado de ser un país de emigrantes, como sucedió en el siglo anterior, para convertirse en un país de inmigrantes. La óptima situación económica que disfrutaba nuestro país hasta hace muy poco tiempo ha permitido que personas de diferentes países, lenguas, culturas y religiones lleguen al territorio español día tras día con la idea de un progreso en sus vidas y en la de sus familias. Estas personas traen consigo, como ya he comentado, diferentes lenguas, culturas y religiones, al igual que diferentes formaciones académicas; es decir, muchos de los extranjeros que vienen a España tienen incluso estudios universitarios importantes en sus países de origen. Es por eso que nuestro país ya no es un país monoétnico, sino que estas personas han traído consigo en sus largos viajes un “saco de costumbres” que nos han ayudado a abrir nuestras mentes hacia un mundo nuevo y plurilingüe.
Es obvio que al haber personas de lugares tan diferentes nuestra cultura se ve enriquecida, pues sumamos nuevos modos de ver la vida al que ya conocíamos nosotros. Sin embargo, a la hora de enfrentarse a una clase en la que haya alumnos y alumnas de diferentes nacionalidades, la cosa puede complicarse hasta límites insospechados. Es probable, sin embargo, que por más problemas de adaptación que la inmigración pueda traer siempre será a largo plazo más beneficiosa y culturalmente enriquecedora que la carencia de la misma. Cada alumno trae unas costumbres propias consigo que son a veces difíciles de conjugar con las de los demás niños. Si hablamos de alumnos de Educación Infantil o del primer ciclo de Primaria, la tarea que afronta el maestro puede ser aún más complicada, ya que cuando se trata de niños más pequeños, éstos no son capaces de entender la multicidad étnica de sus clases, y por tanto no entienden cómo un niño árabe, por ejemplo, no puede tomar desayuno en ciertos días del año.
Hay que ser consciente de que la diversidad cultural que presenta una clase con alumnos de distintas nacionalidades es un arma de doble filo. Es indudable que tal diversidad permitirá a nuestros alumnos más pequeños, que serán los hombres del mañana, ser personas abiertas y tolerantes hacia una problemática que afecta a la sociedad de todo el mundo. Sin embargo, es esta misma diversidad la que puede conllevar ciertos problemas de adaptación tanto al alumno extranjero como al alumno autóctono. Es decir, si, como dije anteriormente, a un niño español le cuesta entender que un alumno musulmán no desayune en ciertos días del año, probablemente también al alumno musulmán le cueste entender por qué los otros niños sí desayunan en esos días del año. Por tanto, la adaptación a una clase con diversidad étnica ha de tener lugar por ambas partes, la nacional y la extranjera, lo que llevará por ende a un enriquecimiento mutuo.
Desde el punto de vista del docente, atender correctamente a la diversidad demanda un gran esfuerzo; sin embargo, si se logra hacer bien, también trae una enorme recompensa y satisfacción. Hemos de ser conscientes de que los maestros de Educación Infantil somos las puertas de entendimiento entre los alumnos de diferentes etnias y los alumnos españoles; pero no sólo eso, sino que también lo somos para los padres de alumnos extranjeros, ya que a veces llevan tan poco tiempo en España que no conocen bien el idioma, y les resulta complicado entenderse con otras personas. Por eso si nosotros hacemos bien nuestro trabajo, esos padres verán en nosotros una fuente de ayuda, lo que puede reportarnos grandes recompensas, pues si el ambiente de casa es el adecuado, el alumno trabajará y se relacionará mejor con sus compañeros.
Cuando los alumnos entran a clase el primer día y ven a otros alumnos de color diferente a ellos, o que hablan en otro idioma, se sorprenden. Por eso, creo que una buena idea para normalizar la situación es una tarea de presentación. He realizado este experimento en varias ocasiones, y los resultados han sido siempre buenos, además de presentarse una diferencia bastante amplia entre la relación de los niños con sus compañeros cuando se ha realizado el experimento y cuando no ha tenido lugar. El experimento es el siguiente: existen tres ámbitos diferentes donde podemos ver con más claridad las diferencias étnicas: las comidas, la religión y la ropa. Son tres ámbitos muy fácilmente reconocibles para los alumnos más pequeños (probablemente el más complicado es el religioso, que se podría abordar en su dimensión lúdico-festiva u obviar completamente en esta etapa según considere cada profesor en función de la opinión de los padres). Por eso a los alumnos se les pide que al día siguiente vengan vestidos con algo típico de sus países y que traigan una comida típica para ellos, algo sencillo que pueda ser elaborado en sus casas sin dificultar la tarea de los papás. Así, al día siguiente en asamblea cada alumno explica su ropa, y da a probar un poco de su comida, explicando previamente qué es y cuando es típico comerlo. A veces he pedido también a los padres y madres que pudieran venir a clase que ayudaran a sus hijos con estas explicaciones. De este modo no sólo los niños y niñas aprendían algo sobre otras culturas sino que también lo hacen los padres. Y este punto es importante, ya que a veces no es tan necesario abrir las mentes de los más pequeños como lo es abrir la de sus padres y madres, ya que si en casa oyen cosas diferentes a las que les enseñamos en clase los alumnos acabarán sin saber qué creer, y esta confusión afectará enormemente al comportamiento del alumno dentro del aula. En cuanto a la religión, esta es la parte más difícil de explicar para los alumnos. A veces les he pedido que traigan una foto de sus dioses para que el resto de alumnos entiendan que hay otros dioses además del suyo, y que todos ellos son tan válidos como el suyo. Gracias a esta exposición, los alumnos pueden llegar a entender por qué algunos compañeros suyos no celebran la semana santa o la navidad de la misma manera que nosotros, o no la celebran en absoluto; de la misma manera los alumnos españoles pueden entender cómo algunos de sus compañeros celebran algo llamado ramadán o la peregrinación a la meca en caso de los musulmanes, y el año nuevo chino, el festival de los Botes Dragón y el festival de medio otoño, en el caso de la cultura china.
Es por todo esto, y con vistas a que los alumnos más pequeños de todo el sistema educativo acepten con total normalidad las diferentes culturas que pueblan nuestras aulas, que todas las fiestas más importantes que se celebren en las comunidades de procedencia de nuestros alumnos son recreadas de algún modo en nuestra aula. Por tanto, entre finales de enero y principios de febrero, diseñamos un pequeño dragón bajo el cual bailaremos para celebrar el año nuevo chino ataviados con los colores rojo y dorado que, para esta cultura atraen la buena suerte, o explicamos y hablamos del ramadán cuando este mes concurre en el calendario lunar árabe, con la ayuda de algún padre o madre que se ofrezca voluntario para ayudar a su hijo o hija en sus explicaciones. Es decir, nos interesamos por las costumbres de todos los alumnos y alumnas del aula.
Gracias a estas medidas y a algunas otras que son comunes a todas las aulas, como el respeto por el compañero o la integración de todos los miembros del aula en un solo grupo heterogéneo, los alumnos de Educación Infantil aprenderán a comportarse de forma respetuosa en un mundo donde la diversidad cultural se da de muchas maneras y probablemente se seguirá dando cuando los niños que hoy tienen tres años tengan mañana veinte.
En definitiva, el aula es el marco ideal para enseñar a los alumnos de distintas razas, lenguas y religiones que conviven en ella a respetar las diferencias de los otros y aportar lo mejor de su cultura para que de ahí surja una sociedad futura en la que el respeto, la igualdad y la tolerancia sean la nota predominante.
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